Himno a las criaturas

Los días en mi São Paulo están grises, la lluvia no para y aunque parezca increíble hace frio.

Me gustan los días asi, el paisaje (verde) se luce, la naturaleza reina.
Cuando vivia en Chile, antes de casarme, soñaba con vivir en el sur, en algún campito perdido por ahí, trabajar en una escuelita y dedicarme a plantar árboles nativos, para luego abrir la puertas del bosque a todos lo que buscarán la paz de sus tardes.

São Paulo es lo contrarío de lo soñado, es enorme, toda cemento, es una locura, es un Santiago en gigante (si tomamos en cuenta que la población de todo Chile vive solo en esta ciudad)todo queda lejos, el mar por ejemplo, a más de tres horas si es que erés el unico que viaja, y como nunca es asi te aseguro que te demoras tanto que prefieres imaginartelo.

Lo bueno es que la tierra es barata (tienen bastante) lo que permitio que con mi marido, nos compraramos un sitio de 2000metros en el que soñamos algun día construir nuestra casa, queda en las afueras de São Paulo, en un pueblito hermoso y mis vecinos son bosques nativos con monitos y todo aH!!...y un pequeño rio, pequeñito, pero cantor, con mi esposo ya plantamos dos arbolitos, y entablamos amistad con dos lechuzas chiquititas que de vez en cuando nos visitan. Me hace tan bien arrancarme al sitio, a pesar de que no hay "nada", esta todo lo que necesito.

El campo me limpia el alma, fue dificil trasmitirle ese sentimiento a mi esposo, el es lo más tortuga que hay, en cualquier lugar esta contento, sus casa va con él a todas partes, yo no, yo necesito del campo, de la naturaleza, cuando estoy en medio del bosque, me siento plena, siento la presencia del Creador en todas las cosas, me invade un amor tan grande y una paz, estar al lado del rio, pueden pasar horas y no me canso de aprender de el, de escucharlo y de conocer a los "otros" seres que lo visitan.
Creo que por eso me siento tan identificada con este himno a las criaturas de mi tan amado Francisco de Asis, por eso se los regalo a ustedes, asi me siento hoy..


Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyos son la alabanza, la gloria y el honor; tan sólo tú eres digno de toda bendición, y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Alabado seas por toda criatura, Señor, y, en especial, alabado por el hermano sol, que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas claras, que tu poder creó, tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son, y brillan en los cielos: ¡alabado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡Alabado, mi Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol, y es fuerte, hermoso, alegre: ¡alabado, mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡Alabado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación: ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡alabado, mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios